Sin ánimo de minimizar su gran sufrimiento, me consta que ha sido capaz de vivir siendo un ejemplo de dignidad, alegría y superación, algo que se refleja en su actitud y queda patente en las palabras y atención que le dedican sus múltiples amigos y familiares. Esa limitación física no le ha impedido que se dedique, entre otras, a sus grandes pasiones, la lectura, la escritura y la contemplación de las estrellas.
Desgraciadamente y de forma paralela al final de su autobiografía su terrible enfermedad, sin respetar su juventud, intenta escribir también sus últimos párrafos. A nosotros nos corresponde en estos momentos cambiar nuestras estrategias habituales, dejar de lado el estetoscopio y los múltiples dispositivos de medición y cambiar la exploración física por la emocional, no auscultamos, escuchamos, no palpamos, solo acariciamos, no buscamos signos solo sentimientos, e intentamos centrar nuestro tratamiento en asegurar su confort en el más amplio sentido de la palabra. Nos toca la delicada tarea de ofrecerle nuestra mano para que él marque su camino y no lo transite solo, con dignidad y respeto absoluto por su persona.
Escribo esto por pura necesidad, para expresar y concienciar de la importancia que tiene no olvidar que tratamos con personas, personas que sufren enfermedades y destacar la necesidad del trato humano en todo momento, pero especialmente en aquellas situaciones donde el confort depende más de una palabra que de un fármaco.
Aprovecho para agradecer en primer lugar a William y a su madre que nos permita usar su imagen para reivindicar la necesidad de este cambio conceptual en el cuidado de nuestros enfermos y agradezco también a todos los compañeros del hospital por su disposición a colaborar con cada uno de sus gestos para hacer la vida hospitalaria de William un poco mejor.
Sebastian Roig Noguera
Médico adjunto UCI